Las últimas acciones militares de Heliodoro Castillo fueron
a finales de diciembre de 1916 en Chilapa y sus alrededores. Durante esos combates
su división sufrió bajas considerables y el mismo Heliodoro resultó herido de
un pie. Le hicieron curaciones en Apango y de ahí se retiró a Chichihualco,
donde vivía su esposa Micaela Nava, quien era nativa de ese lugar y se encargó
de su cuidado y recuperación.
El 16 de marzo de 1917 retomó sus actividades
revolucionarias en contra de los carrancistas; se instaló en las inmediaciones de
Chichihualco y Zumpango. Ahí recibió una carta, posiblemente de Pedro Saavedra,
después de leerla la hizo pedazos, no se la mostró a nadie, pero su contenido
le causó un gran disgusto, que lo impulsó a dirigirse a Zumpango, haciéndose
acompañar únicamente de su escolta Baldomero Alarcón.
En el cerro del Tepetlayo, ubicado en las cercanías de Zumpango, fueron atacados de manera sorpresiva e inesperada. Heliodoro cayó y quedó prensado por el peso de su caballo, llamado «Encanto». Al verse rodeado se pegó un disparo en la boca y murió poco antes de cumplir los 30 años de edad, teniendo como único testigo de su muerte a su escolta Baldomero Alarcón. Al día siguiente fue sepultado con honores en Chilpancingo. Sus restos reposan actualmente en la Rotonda de los Hombres Ilustres de ese panteón municipal.
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